viernes, 9 de septiembre de 2011

Prólogo


Érase una tierra en la que sus habitantes supieron que no eran castellanos, ni portugueses, ni andaluces, pero les costó mucho esfuerzo llegar a conocer qué eran, hombres más preocupados por hacer historia que por escribirla, que cansaron a la historia y no la tuvieron:
"...jazañas extremeñas, que los nuestros ejaron sin contaglas endispués de jaceglas." dijo Luis Chamizo.

Extremadura, una tierra sin óreos renacentistas, sin Luces, sin revolución industrial, impelida a buscar fuera lo que a ella no llegaba. Los primeros en Indias y los últimos en Filipinas. Victimista con el poder y siempre cenicienta. Nacer en Cáceres y morir en cualquier parte. Espíritu desunido anima a los extremeños. Bienaventurados los mansos. En Extremadura no se alumbraron pozos se hicieron rogativas. No se protestó se emigró. Un recuerdo para los que ligeros de equipaje, llenaron sus maletas con la Extremadura de la melancolía, exportándola por la ancha diáspora.

Con la esperanza de que los jóvenes, tan distraídos en el limbo de frivolidades, simulacros y apariencias, con las que tan pródigamente aderezamos sus comienzos, tengan alguna vez una sacudida que les motive no a mirar a Extremadura sino a verla. No a oírla sino a escucharla.

Ójala alguna vez concluya "Érase una vez..." como un cuento de hadas: Érase una generación que acabó para siempre con el espíritu desunido, que desestrechó la tierra, que consiguió que la Virgen de Guadalupe no estuviera secuestrada en su propia tierra por la diócesis de Toledo, que reivindicó el discurso machadiano: lo que no ha hecho el pueblo está por hacer, que nació en Cáceres y deseó morir en Cáceres, que hizo posible que Badajoz fuera tierra de Dios... una generación que desbroce caminos sin olvidar alguna mirada hacia atrás, de cuando en cuando, para conocer de dónde viene: todo pasado es prólogo.

(Víctor Chamorro – Érase una vez... Extremadura – 2003)

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